lunes, 18 de abril de 2011

El cambio está en ti

Un estudio realizado por el Dr. Albert Mason en 1951, demuestra esto que voy a relatar a continuación. Por si quereis googlearlo, podeís poner en el metabuscador "Albert Mason ictiosis congénita". Como podeís comprobar, hace ya mas de seis decadas de esto, vamos que no es una novedad, ni mucho menos. Bueno vamos al grano, y el caso en cuestión. Al Dr. Albert Mason le derivan un paciente con una enfermedad, al observarlo dicho Doctor, le diagnostica la enfermedad de la Verruga. Comienza a tratarlo mediante hipnosis, al cabo de dos sesiones, los sintomas de la enfermedad comienzan a desaparecer. El paciente muestra una piel sonrosada, con aspecto bastante saludable. Al mirar los informes médicos, observa que la enfermedad que padecía este paciente, era realmente una enfermedad congénita, llamada ictiosis congénita" una enfermedad incurable y mortal. Como podreís imaginar, el caso fue de lo más llamativo, acudiendo al Doctor Mason pacientes con esta misma enfermedad, para ser tratados de la misma forma. Pero he aquí el quid de la cuestión, que no consiguio que la hipnosis curara a ningún otro paciente con esta enfermedad. Llegados a esta conclusión, los mas excepticos dirán que fue una casualidad, que probablemente el diagnóstico estuviera equivocado...etc. Pero desde mi punto de vista (bueno algunos antes de mi, ya han hablado de este tema, con el mismo fin) mientras que el Doctor pensaba que la enfermedad era curable, la capacidad curativa de la hipnosis, hacia efecto, puesto que su subconsciente no albergaba la posibilidad del que el tratamiento fuera imposible, pero en el momento en el que tenía la certeza de que era algo incurable, el tratamiento para el resto de pacientes era inútil. Infravaloramos el poder de la mente, no nos creemos la capacidad de erradicar enfermedades solo con la capacidad sensorial de nuestro propio cuerpo. Somos energía y la mayor fuente de energía es nuestra mente. Si quieres y crees....PUEDES.

Open Your Mind.

Saludos y Sed felices.

P.D.: Gracias al Dr. Bruce H. Lipton, por abrirme un poco más los ojos.